Diferentemente similares: entendiendo el dolor mental.
- demiansebastian
- 29 ene
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“Estaba en décimo grado cuando me diagnosticaron depresión. Apenas conocía sobre ello y mientras asumía ese proceso caí en un bucle. A veces no quería ni levantarme de la cama”.
Éste es el primer recuerdo de Camila (nombre protegido) actual estudiante universitaria de 26 años, acerca del periodo en el cual experimentó el mayor estrés emocional de su vida.
Ecuador es un país en donde no se prioriza la salud mental, en donde toda muestra de afección es mal interpretada o incluso minimizada hasta el punto de la burla. ¿Cómo reconocemos una señal de alarma? ¿Cómo podemos diferenciar entre una condición tratable y un trastorno de riesgo? De acuerdo con la psicóloga clínica Paola Hernández Zevallos, una constante en nuestra sociedad es el hecho de que muchas personas se niegan a reconocer que presentan síntomas de alguna afección en particular. Por otro lado, algunas manifestaciones sintomáticas son muy parecidas entre trastornos propiamente dichos, y corresponden a otra clasificación diagnóstica que se encuentran entre problemas psicológicos de gravedad.
Se debe tener mucho cuidado en diferenciar entre una condición emocional y clínicamente tratable, y entre un cuadro de desequilibrio mental al que corresponda atención psiquiátrica. Es muy común que incluso en nuestro entorno más cercano las personas tienden a calificar toda afección como “locura”, y se cierran ante quienes puedan necesitar comprensión y/o mayor tolerancia; consecuencia de ello los afectados se enfrentan al prejuicio y rechazo desde la misma familia, colegio o trabajo.
“Yo pensaba que la rectora de mi colegio me odiaba – recuerda Camila – Llegué a faltar una semana a clases debido a mi condición y hablé de esto con la psicóloga del plantel, quien le informó mi caso a la rectora. Pero ella desestimó totalmente el informe de la psicóloga y la acusó de “solapar mi vagancia”.
Camila llegó a pensar que su rectora podría tener razón por ser alguien mayor y con preparación académica, pero el tiempo le ayudó a reconocer la negligencia en la autoridad del colegio ya que nunca reportaron a nadie sobre su consulta y diagnóstico. Y llegaron incluso a amenazarle con calificar muy bajo su conducta por el hecho de llegar tarde o faltar continuamente.
“Recuerdo a una amiga que tuvo varios desmayos por problemas de salud y los docentes lo tomaron como broma, como algo habitual que no ameritaba ser reportado. Llegué a sentirme mentalmente en otro lugar fuera del colegio hasta el punto de colapsar. Calificaron mi conducta con una “D” sin ninguna justificación para ello”

Es evidente que en pleno siglo XXI nuestro sistema educativo no está cabalmente preparado para ofrecer una apropiada asistencia psicológica. Casos siempre se han presentado y es lamentable pensar en cuántos jóvenes han tenido que subsistir sin la merecida atención en sus colegios, aprendiendo a reprimir la ansiedad, camuflar las emociones o incluso aislarse y privarse de una vida de plenitud.
La joven consultada para esta entrevista recuerda cómo el único medio de desfogar su frustración fue gritar contra la almohada en completa soledad, y permanecer en ese estado de manera prolongada. Una acción que le atemorizaba pero que no podía evitar repetir.
Pregunto a Camila si conoce qué desencadenó su desestabilidad emocional, ella medita un instante y responde quedamente: “Mis padres se separaron cuando yo tenía 12 años. Viví con mi padre y él volvía muy tarde del trabajo, su ausencia me forzó a trabajar sobre la marcha. Me encargaba de todas las funciones en el hogar, cuidar de mi hermano menor y cuidar de mí también, esto representó tanta presión para mí que caí en un bloqueo mental. Los especialistas consideran que tuve varios detonantes en torno a las circunstancias que viví. Que la carga emocional que tuve desde los 12 afectó mucho mi desarrollo”
Una clara muestra de cómo el delegar exceso de responsabilidades a un menor de edad y el privarle de tiempo para sí mismo/a y distracciones propias de su edad, pueden llegar a provocar cuadros sintomáticos nada difíciles de detectar si se posee la disposición de escucha, el sentido de colaboración y solidaridad. Todo lo que Camila anheló en su hogar; y algo que siempre se mantuvo ausente.
Desde mi pantalla logro sortear la distancia entre Guayaquil y Buenos Aires y me conecto con Rafaella, quien gentilmente me comparte viñetas de sus recuerdos:
“En los recreos de la escuela no hablaba con nadie, pensaban que yo era muda. Hasta quinto grado (10 años), me negué a hablar y en los recreos me quedaba en un rincón sólo observando. Ya en casa dibujaba, creaba personajes, me sentía bien así. Es más, luego me vi forzada a socializar, a cambiar”.
Ella reconoce que no hubo un punto de inflexión o un solo hecho que haya influido en su afección y personalidad. Considera que su etapa de desarrollo fue atípica, siempre diferente a otros compañeros de escuela.
Criada por sus abuelos, la ausencia de amor materno y la falta de comunicación le impulsaron a huir mentalmente a otros mundos para sentirse más segura. “Sentí más seguridad en la soledad, un ámbito muy cálido y protector. De niña no buscaba volcar el sufrimiento, gustaba crear mundos posibles. Ya en la adolescencia sentí frustración, deseos de huir, cortar el lazo con un entorno que nunca me contuvo”.
Esto le condujo a buscar independencia a los veinte años como un deseo de libertad; pero representó un proceso muy duro y caótico, pues llegó a vivir difíciles sucesos que afectaron su esperanza por la vida. Sintió frustración hacia sus ideales de la adolescencia ya que considera al amor como el mayor sentido de vivir, y la decepción con las relaciones humanas sólo aumentaron su anhelo de buscar mundos paralelos, otras sensaciones y emociones.
“De niña en consultas pensaban que yo era autista, aunque yo sentía que no. Pero estoy segura de que no soy neurotípica”. Rafaella tuvo tratamiento psicológico en diferentes etapas de su vida y fue diagnosticada con Distimia. Pese a ello nunca se consideró completamente depresiva.
Considera que para ser muy sociable hay que tener más resistencia al dolor que se pudiese experimentar por las acciones y opiniones de otras personas. Por ello le interesa el estudio de quienes presentan el espectro autista ya que estas personas orillan los vínculos más profundos, como lo hacen los gatos, por ejemplo: “Encontré comprensión en el mundo
de los gatos, en este momento, Luz (su minina de cuatro años), es mi vínculo más fuerte e importante. El vínculo humano más cercano es con mi terapeuta”.

Rafaella reconoce también que la experiencia de escribir y poder publicar su obra representó un renacer, dejar mucha oscuridad detrás y la oportunidad de compartir un mensaje a la humanidad. Identifica la lectura de Alejandra Pizarnic como un gran impacto en su pensamiento al exponer la necesidad de un orden en el individuo.
“La escritura –me detalla– te proporciona un modo de encausar el caos y darle orden, así como en otras formas de arte. Luego de ello la herida empieza a mutar, tomar sentido. Deja de ser una sensación que oprime”.
Actualmente, a sus 36 años disfruta de nutrirse de más artistas, libros y música. También ha encontrado muchas respuestas en la Filosofía. “Considero que aún sin poder cambiar el mundo, hay que tratar de madurar y concentrarse hacia adentro, más adentro que hacia afuera”.
Camila recuerda que al final de su adolescencia descubrió lo costoso que era la ayuda psicológica privada, algo imposible de acceder para ella. En ese tiempo, el Subcentro de Salud le ofreció un Círculo de apoyo, pero la limitada visión de la psicóloga a cargo y su falta de tacto para tratar a Camila le hizo desistir de continuar asistiendo. Intentó refugiarse en distintas religiones, pero llegó a odiar la hipocresía a la cual se enfrentó. Esto le llevó a desarrollar una educación empírica en torno a su salud mental.
El arte, auto aprendizaje, y acto de creación le han permitido canalizar lo vivido. “Es como mi propia terapia, un ritual de sanación”. Actualmente está por culminar sus estudios universitarios, y la producción artística le ha permitido exteriorizar sus emociones.

Es evidente que la psique humana puede ser muy frágil por infinidad de motivos que nos pueden afectar en diferente grado, y todos somos vulnerables a padecer alguna afección tratable sin tener pleno conocimiento de ello. De acuerdo con la Psicóloga clínica Paola Hernández Zevallos, el papel de los especialistas es fundamental al tratar cada caso en particular, ya que todo debe manejarse en un eje dentro de los diagnósticos del Manual de diagnósticos psiquiátricos. Es tan distinto un trastorno psíquico de una enfermedad mental, similar al comparar un sentimiento con una emoción. Las enfermedades por lo general tienen síntomas y manifiestan una afección externa emocional más compleja e inesperada. En su opinión profesional: “Todos deberíamos visitar un psicólogo desde temprana edad como hábito de salud mental. Lamentablemente aún existe mucho prejuicio ante ello”.
Al concluir esta redacción medito en los testimonios e intento identificar qué me relaciona con el sentir de Camila o Rafaella, y descubro que he llegado a sentir mucha apatía y rechazo al “curso normal” que se supone debí llevar desde niño, con miras a una vida de hombre “real”, al igual que la mayoría.
Sentí desprecio por la vida y por mi propia naturaleza nada similar a mis cercanos. Entonces, llego a la conclusión de que nadie está libre de cuestionar su propia existencia y los motivos para seguir a la conformista mayoría. Todos padecemos incomprensión y prejuicios, y así mismo, todos merecemos la oportunidad de descubrir una senda de transición que nos permita sobrellevar toda duda y malestar en nuestras vidas. Todos somos diferentemente similares, y excepcionalmente únicos.
NOTA DEL AUTOR: Este artículo fue escrito en febrero del año 2023 para la materia Periodismo Cultural de la Universidad de las Artes (Guayaquil, Ecuador).
Acercarme al íntimo dolor emocional de otras personas y escuchar sus historias me ayudó a profundizar cuánto desconocemos sobre las complejas emociones y el tormento que puede derivar de ellas. No desestimemos la importancia de la salud mental.
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